Melania Mosteiro · Mi trayectoria

Mi primer contacto con la terapia lo tuve a los 25 años. Por aquél entonces me acababa de trasladar a Madrid tras haber acabado la Carrera en Valladolid. Era mi tercer cambio de residencia en 10 años. Había estudiado Ciencias Empresariales y fui a Madrid para hacer un Máster en Asesoría Fiscal, a la vez que buscaba trabajo. Pronto lo encontré en una empresa pequeña del sector industrial en la que empecé a trabajar como Directora Financiera y poco tiempo después terminaba el máster.

Ahí me encontraba yo, en Madrid, con un buen puesto de trabajo, una buena situación económica, en plena juventud y sin embargo, mi vida no tenía ningún sentido. Apenas conocía a gente y mi familia y la mayoría de mis amigos estaban a 300 km de distancia, en Miranda de Ebro, donde nací.

Lo único que tenía que hacer era levantarme por las mañanas, ir a trabajar y las 18 h ya estaba fuera de la oficina sin saber qué hacer…

En ese momento entré en una depresión que me llevó año y medio superar, pero que me regaló una gran inquietud que a día de hoy sigue siendo una importante fuente de motivación e investigación en mi vida.

A medida que iba saliendo de la depresión mi vida comenzaba a tener cierto sentido y entonces comencé a hacerme esta pregunta:

“¿qué demonios pasa en la mente de una persona para que, teniendo las circunstancias externas e internas aparentemente favorables para estar bien, no quiera seguir adelante con su vida?”.

En mi propio proceso me di cuenta de que todo estaba en la mente, en el contenido mental, y que además yo podía modificar ese contenido. Entonces comencé a leer libros de autoayuda, de automotivación, de cómo funciona la mente… Devoraba libros: Ramiro Calle, Paolo Cohello, Jorge Bucay…

Mis ganas de vivir fueron aumentando. Aunque no tenía una gran motivación, sí tenía un interés y además, llegué a este pensamiento “ya que estoy aquí, voy a tratar de pasármelo lo mejor posible”. Entonces comencé a hacer cosas nuevas y buscar experiencias que me permitieran conocer gente con la que salir y relacionarme. Por un tiempo la cosa fue bien. Yo estaba contenta. Sin más, pero contenta. Sin embargo, no tardé mucho en tener ciertos problemas físicos.

Una de las cosas que decidí hacer fue apuntarme a un gimnasio y hacer aeróbic. Me encantaba, pero un par de años más tarde, sin causa que lo provocara, comencé a tener lesiones. Cuando no era la muñeca, era la rodilla o me dolía mucho la espalda o…. Mis visitas al traumatólogo se convirtieron en algo habitual hasta que con 30 años me diagnosticaron fibromialgia.

Yo no tenía ni idea de qué era eso. No lo había oído en mi vida. El médico me dijo que, dentro de este diagnóstico, era normal que tuviera lesiones y dolores y que no se me iban a quitar, sino que irían en aumento. Yo me quedé un poco sorprendida y comencé a investigar qué era eso de la fibromialgia.

Cuando leí que se trataba de una enfermedad degenerativa me opuse a ello. Pensé que yo era demasiado joven para tener una enfermedad así y que haría lo posible por salir adelante. Cambié el aerobic por el yoga y continuaba con mis libros de autoayuda, de psicología, de filosofía…

Pero el tiempo pasaba y la enfermedad iba haciendo mella. Pasé 8 años de degeneración física en los que vivir se fue convirtiendo en una lucha diaria contra el cansancio y el dolor.

Había pasado de una etapa de no querer vivir a querer vivir y sentir que no podía hacerlo. El cuerpo cada vez me dolía más y ya me levantaba de la cama cansada para comenzar el día. Poco a poco fui dejando de hacer cosas para permitirme descansar un poco y mi mente comenzaba a tener días de bajón en los que le costaba asumir lo que estaba ocurriendo o en los que se dejaba llevar por la rabia, la impotencia, la tristeza… Quería cuidar mi cuerpo, pero no quería dejarme vencer por él.

A la vez que practicaba, comencé a leer libros sobre yoga, meditación y sus beneficios y me quedaba un poco sorprendida porque, aunque las clases me sentaban fenomenal, sus efectos no duraban mucho más allá de lo que duraba la clase… me preguntaba si estaba haciendo algo mal…

Entonces decidí que haría la formación de profesores, solo para profundizar, para ver si se me estaba pasando algo por alto.

La formación comenzaba en septiembre y en agosto de ese mismo año, decidí hacer un retiro de meditación vipassana de 10 días… No sabía muy bien lo que era, pero yo quería meditar porque había leído que era bueno para mí y pensé que si era capaz de estar 10 días meditando durante 10 horas al día, después no me costaría mucho sentarme en mi casa 10 minutos al día ☺☺☺

No conseguí mi objetivo, pero conseguí un beneficio mayor. Esos diez días despertaron mi consciencia corporal: ¡Podía sentir el interior de mi cuerpo! Fue todo un descubrimiento y todavía fue mayor descubrimiento, ya  en mi casa, darme cuenta de que cuando prestaba atención a un punto de dolor, éste comenzaba a transformarse hasta que desaparecía. El recorrido por el cuerpo era sorprendente. Podía empezar por el pie y tras un recorrido por distintas partes del cuerpo, de repente notaba cómo, por ejemplo, se me soltaba una taba en una cervical y la relajación se dejaba sentir en el cuerpo.

A partir de ahí comencé a mejorar físicamente. Me daba cuenta de cómo impactaban en mi cuerpo algunos hechos que me ocurrían durante el día. Entonces iba a casa, comenzaba a observar el dolor que se me había generado y tras un tiempo que podía variar entre 20 y 90 minutos, desaparecía.

Esto fue unido, unos días más tarde, con el inicio de la formación de yoga. El primer día de clase estábamos sentados en el suelo esperando que terminara de llegar la gente y entonces abrí mi cuaderno por una página cualquiera y escribí “los alumnos están llegando y yo estoy aquí sentada, verdaderamente emocionada y sintiendo que ¡por fin, estoy haciendo lo que tengo que hacer! ¡Mi misión!”.

No sabía muy bien qué significaba eso ni a dónde me llevaría, pero por primera vez en mi vida sentí que mi vida tenía sentido y aunque no tenía ni idea de cuál era, sabía que estaba en el sitio en el que tenía que estar, haciendo lo que tenía que hacer en ese momento.

Cuatro años más tarde y siguiendo ese mismo sentir interior comenzaba mi formación como Terapeuta Transpersonal. Paralelamente continuaba profundizando en el yoga y asistiendo a otras formaciones que aumentaban mi conocimiento, mi consciencia y mi experiencia sobre los procesos mentales y corporales. En este momento ya meditaba de forma habitual en mi casa. Empecé un día cualquiera sin propósito ni esfuerzo. Simplemente me senté un día y al día siguiente y al día siguiente…

Si hasta el momento había adquirido cierta consciencia mental y corporal, con la terapia transpersonal tomé “consciencia del inconsciente” y desperté mi consciencia espiritual. En este proceso de aprendizaje y transformación me experimenté como ser humano y como ser espiritual y aprendí a SER como soy en cada momento en la consciencia de que somos mucho más que este cuerpo y esta mente que habitamos en esta vida.

Me hice amiga de mi mente y desde el silencio y la escucha fui descubriendo los tesoros que ocultaba en esa parte inconsciente. Algunos, oro puro. Otros no tan brillantes, pero todos tremendamente esclarecedores para descubrirme a mí misma en mi individualidad y en la unidad con todos y todo cuanto me rodea.

Entré en contacto con la sabiduría transpersonal o espiritual y desde la mirada interior atenta y serena fui evolucionando hacia la mejor versión de mí misma que puedo SER en cada momento.

Fue esa sabiduría la que me mostró que había llegado el momento de empezar a compartir todo lo que había ido aprendiendo y experimentando con otras personas que pudieran estar en situaciones similares a las que yo ya había vivido.

Sentí la certeza de que cambiaría de rumbo profesional y al momento vi cómo mi mente saltó diciendo “¡estás loca! ¿cómo vas a hacer eso? ¿sabes todo lo que supondría?… no podrás… ” ☺☺☺

A día de hoy ya es un hecho. Mi cambio profesional incorporó un cambio de residencia y muchos cambios más. Ahora vivo en Barcelona y disfruto cada día del privilegio y la belleza que supone acompañar a un ser humano en su propio proceso evolutivo.

Al mismo tiempo continúo descubriéndome y evolucionando desde el silencio, la escucha y la mirada interior… A veces me veo en toda mi grandiosidad, serena, consciente y equilibrada y otras me descubro, dejándome llevar por uno de los locos pensamientos o personajes que toma el control repentinamente y, de un plumazo, manda al traste toda mi serenidad y equilibrio… y acepto con humildad y sonrisa amorosa que todo eso soy yo… y mucho más…

4 comentarios
  1. Mari carmen granero
    Mari carmen granero Dice:

    Hay personas que pasan por tu vida sin dejar rastro y otras se quedan ahí!!tu fuiste una de ellas en mi vida.

    Responder
  2. Mery Martinez Plinio
    Mery Martinez Plinio Dice:

    Me emociono hasta las lagrimas tu historia personal, sin lugar a dudas una gran profesional y linda persona. Un abrazo grande.

    Responder

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *