¡En marcha! – El plan de acción
Una de las experiencias que más me ha enseñado sobre cómo hacer un plan de acción para conseguir un objetivo fue el Camino de Santiago.
Lo inicié en septiembre del 2.014 como parte del cambio de ciclo que estaba experimentando en mi vida. Entre otras cosas, había terminado una etapa profesional y me tomé un tiempo de descanso antes de abordar la siguiente.
Pensaba que en esa nueva etapa necesitaría hacer muchos contactos y relacionarme con mucha gente nueva… algo que me costaba bastante. Así que me fui al Camino pensando que sería un buen campo de entrenamiento para esta tarea.
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Paso a paso
El primero de los aprendizajes fue que el Camino hay que hacerlo paso a paso.
Cuando por fín me lancé a la aventura de iniciar nueva carrera profesional en el mundo del crecimiento y desarrollo personal pasé semanas atascada sin saber qué hacer ni cómo empezar.
En mi cabeza estaba el objetivo claramente definido y también mi corazón y mi inconsciente impulsaban ese objetivo. ¡Había coherencia interna!… sin embargo, no sabía cómo alcanzarlo.
Entonces recordé el Camino y me vi a mí misma queriendo llegar de Saint Jean a Santiago en un solo paso. Me di cuenta de que eso no era posible… por muy largas que tuviera las piernas o por muy grande que fuera el salto que diera, jamás lo lograría así…
¿Cómo lo hice entonces? … etapa a etapa, paso a paso…
¡Eso es lo que tenía que hacer ahora! … ¡Planificar mis etapas!… Definir las pequeñas acciones que poco a poco me irían acercando a mi objetivo.
«Piensa en grande, pero ejecuta en pequeño»
Divide tu objetivo en pequeñas acciones que puedas ir haciendo cómodamente.
Define cuándo debes empezar y terminar cada acción para llegar a tu objetivo en el plazo que quieres.
Sé flexible
Antes de salir, había estado viendo alguna guía y tenía una idea de cómo era cada etapa; sin embargo, no siempre las cumplí tal cual estaban en la guía.
Había veces que mi cuerpo estaba pesado y cansado, sobre todo al principio o después de una etapa larga o de mucho desnivel… entonces necesitaba bajar un poco el ritmo y al día siguiente hacía una ruta más suave.
Otras, sin embargo, me encontraba fuerte y animada y podía añadir algún kilómetro más a mi travesía.
Había salido con una idea inicial; pero etapa a etapa iba ajustando mi plan, según mi condición de ese día, las condiciones del terreno que tocaba, también según si caminaba sola o con otras personas, según el tiempo previsto, etc.
Son muchas las variables que influyen a la hora de realizar una etapa, por eso conviene tener una mente flexible capaz de modificar los planes, incluso sobre la marcha, en función de cómo vayan afectando los distintos factores que intervienen.
El plan solo es un mapa y lo puedes cambiar tantas veces como quieras.
«El verdadero Camino lo descubres y lo haces al caminar»
Las señales
La mejor manera de llegar a Santiago es siguiendo las señales… a veces flechas, a veces conchas, a veces una simple pintada amarilla… ellas te van indicando el camino paso a paso.
Muchas veces no verás ninguna y seguirás caminando. Tu mente empezará a buscar como loca y se angustiará pensando “¡Me he perdido!”… “¿Iré bien?”… “Tengo que encontrar una flecha ya”… Puede que incluso te haga retroceder un tramo para ver si te habías pasado algún desvío…
Esta es una de las lecciones que más me costó aprender y también una de las que más gratificaciones me ha proporcionado.
La mente no sabe estar parada y, generalmente, tiene la creencia de que si te paras pierdes el tiempo, te quedas atrás, haces el vago… con lo cual, siempre te empuja a hacer algo.
Sin embargo, “hacer por hacer” rara vez nos acerca a nuestros objetivos.
Si de repente no sabes dónde estás, PÁRATE.
Reconecta con tu objetivo. ¿A dónde quieres ir?
¿Te has desviado?
Trata de recordar si has pasado algún desvío.
Si no lo has pasado, vas bien… ya llegará la nueva flecha… La gran lección aquí fue… CONFÍA.
Me resultó de una belleza extraordinaria comprobar que, en el momento en que calmaba mi mente y me decía “confía”, aparecía una nueva flecha ante mí.
Puede ocurrir también que pasaras algún desvío… aquí tendrás que sopesar si estuviste atento cuando lo pasaste o estabas despistad@ y valorar si conviene retroceder un poco para recuperar tu última señal…
… También puedes continuar caminando… pronto verás si aparece una nueva señal o estás en un camino sin rumbo… ¡qué te llevará a alguna parte!… seguro… pero no donde tú querías…
Una nueva lección: “Atención, atención, atención… si pierdes el contacto con las señales, te perderás… y puede llevarte algún tiempo volver a encontrarte”.
«Las flechas que dirigen nuestro camino en el día a día están en el corazón»
Cierra los ojos, calma la mente y pregúntale a tu corazón por dónde tienes que ir.
… Él siempre tiene la respuesta, aunque a veces la mente no quiere escucharla y mucho menos seguirle…
Todo está bien… quizás necesites un tiempo más para poder recorrer esa etapa… pero toma consciencia de cuál es la señal y sé consciente de que en este momento eliges aplazar ese trayecto.
La adaptación física
Cuando inicié el Camino me sentía eufórica y desbordada por la emoción. Tenía ante mí un gran reto y me aventuraba hacia él con alegría e ilusión… también intrigada y a la expectativa de ver qué tal se me daba…
La primera etapa fue preciosa: Pirineos, cielo azul y soleado, cruzar la frontera y el inicio del camino… Al terminar el día me sentía feliz y orgullosa…
Al día siguiente las agujetas comenzaron a aparecer, pero el logro del primer día y la ilusión me empujaban hacia delante.
… El tercer día necesité el apoyo de unos peregrinos para terminar la etapa… entre risas y ¡Venga, vamos! conseguí llegar a Pamplona…
No fue una etapa larga comparada con la de los días anteriores, pero el terreno era muy diferente: una pista de 10 kilómetros que quemaba los pies después de dos días entre montañas y naturaleza viva. Además, todo mi cuerpo estaba dolorido… las agujetas se habían apoderado de mis piernas, el peso de la mochila me hundía hacia el suelo, mis lumbares se quejaban y yo no veía el momento de llegar al albergue…
La adaptación física me costó más o menos una semana… después de esos primeros días, mi cuerpo ya estaba entrenado y sabía lo que tenía que hacer cada día. Se levantaba ágil y despierto con el sonido del despertador aún cuando todavía no despuntaba el amanecer.
Esta lección la recordaría cuando más tarde tuve que adaptar mi horario y mi ritmo a una nueva rutina.
Ya no tenía que cumplir un horario en una empresa… disponía de todo el día para organizarme como quisiera y esto, que dicho así parece una maravilla, me costó unas semanas de adaptación porque con tanto tiempo disponible, me perdía entre el ocio, las cosas de casa, el «ya lo haré luego»…
Establecerme una rutina diaria de trabajo, fue laborioso… y todavía hoy en día hay veces que me cuesta cumplirla…
“Los cambios conllevan un período de adaptación”.
Establece el ritmo que es bueno para ti.
Date tiempo para acostumbrarte. Sé paciente contigo mism@.
Busca los apoyos que necesites.
La crisis
A pesar de los dolores y el cansancio, en esa primera semana no me planteé en ningún momento volver a mi casa.
Sin embargo, a los 20 días de camino, cuando ya veía que “lo llevaba bien” y parecía que solo era cuestión de tiempo llegar a Santiago, llegué a un albergue perdido en lo alto de una montaña que tenía una ducha en la que apenas podía girar sobre mi propio eje sin tocar la cortina mugrienta de plástico…
Ahora me río cuando escribo esto; pero cuando salí del baño y me fui a dar un paseo no tardé en estallar en llanto cuando una peregrina me preguntó cómo me iba…
¿Era tanto pedir un baño acondicionado después de haber recorrido 25 kilómetros y llevar 20 días caminando con todas mis pertenencias a cuestas?
Aquél día tuve un momento en el que me pregunté “¿qué narices hago yo aquí? ¿por qué sigo caminando?”… Me decía a mí misma “Ya me he relacionado con mucha gente”, “ya sé que puedo caminar día tras día”… “¿para qué quiero seguir adelante?”…
Llegar a Santiago no era el objetivo que yo me había fijado. Sin embargo, cuando pensaba en volver, mi corazón se encogía… Él me decía “Sigue adelante”…
Mi mente no entendía para qué y todavía estuvo un rato refunfuñando llorosa… pero yo hacía ya algún tiempo que me había comprometido en seguir a mi corazón consciente de que a veces, la mente tardaba un poco más en entender sus razones.
“El corazón, a veces, tiene razones que la mente no entiende»
Escúchale, hazle caso y descubrirás cuáles son.
Volví a rodearme de peregrinos para distraer a mi mente del enfado que tenía y poco después disfruté de una velada de las más bellas del Camino.
Días después reconocía a los saboteadores mentales que me habían asaltado aquélla tarde: la duda, el apego a la comodidad, el cansancio…
A medida que he avanzado en mi proyecto profesional, también han aparecido saboteadores mentales: ¿lo estaré haciendo bien?… los resultados tardan en llegar… ¿no es mejor que desista?… ¿y si me estoy equivocando?…
Sin embargo, cuando le pregunto a mi corazón, todavía me dice “Sigue caminando”…
Fluye
Algo cambió en aquélla tarde… A partir de entonces, ya no había objetivo… había una dirección, sí… y seguía habiendo etapas… yo seguía caminando… pero todo se convirtió en un “hacer sin esfuerzo”.
La mente se calmó… la serenidad se apoderó de mí… la alegría silenciosa me embargaba…
Me sentía plena y feliz… y sabía con una certeza absoluta que no tenía nada de qué preocuparme…
“Todo es difícil antes de ser sencillo”
Mantén la dirección de tu objetivo.
Céntrate en cumplir las acciones de tu plan.
A los 31 días, llegaba a Santiago…
Gratitud, Dicha, Serenidad, Expansión, Grandeza,… Conexión Infinita…
Los atajos
Mi idea inicial era empezar el camino desde León o Sarriá… Hacer una semana o diez días a ver si me gustaba o no… Quería hacerlo, pero me preocupaba no poder con la mochila o que se me hiciera demasiado duro…
Una amiga me preguntó “¿Tienes tiempo?”. “Sí”, le dije… “Pues entonces, empieza desde el principio”.
Solo hablamos 10 minutos, pero cuando me despedí de ella, la alegría con la que le había hablado de mi viaje había desaparecido y en su lugar había un tremendo enfado que yo no entendía.
- ¡Pero qué se ha creído!… Y si no lo hago entero ¿qué pasa?
- Nada… no pasa nada…
- Exacto… Yo elijo lo que quiero… pero entonces ¿por qué estoy enfadada?
- Porque te encantaría empezar desde el principio… pero te da miedo…
- ¿Miedo de qué?
La respuesta a esta pregunta la obtuve enseguida, aunque ahora no es relevante. Lo que sí es relevante fue la siguiente pregunta que me llegó:
- Si no tuvieras miedo ¿qué harías?
- … Empezar en Saint Jean de Pied de Port…
- ¡Pues adelante… coge tus miedos y ponte en marcha!
… y así lo hice…
En la última semana de Camino se incorporaban muchos peregrinos nuevos. Venían eufóricos y desbordados por la emoción. Tenían ante sí un gran reto y se aventuraban hacia él con alegría e ilusión…
También estaban aquéllos que me habían acompañado desde los primeros días… Algunos nos habíamos visto cada día, otros habíamos caminado dos o tres días juntos y después nos habíamos separado… A veces nos reencontrábamos más adelante, aunque otras veces no volvía a verlos…
Entre los dos grupos de gente había una diferencia enorme… La comunicación con un grupo y otro era completamente diferente…
Los recién llegados estaban exaltados en la emoción, tirando de su cuerpo como podían, pero celebrando y gritando felices que en unos pocos días estarían en Santiago.
Los que venían de atrás parecían más silenciosos… llegaban tranquilos y cómodos; sin embargo, bastaba una mirada para fundirse en el otro y sentir todo el Ser…
Esto también me trajo una lección que entendí al final…
“Es necesario completar el Camino para extraer toda la riqueza que esconde”
… y con esto no quiero decir que todos tengamos que empezar en el mismo sitio…
Cada uno tiene que aprender sus propias lecciones y hacer sus propios caminos.
Todo está bien.
Guíate por tus señales y no tendrás pérdida.
Las revisiones
Sin duda, esta aventura fue una experiencia importante para mí y, a día de hoy, todavía sigo aprendiendo y enriqueciéndome con ella.
En los primeros días observaba qué cosas me habían ido bien y cuáles me habían ido mal.
Al principio tuve que hacer varios ajustes en la mochila: poner a mano lo que podía necesitar durante la caminata, desprenderme de algunas cosas que me pesaban y no me resultaban útiles, hacerme con alguna otra que necesitaba y no tenía…
Una vez conseguí familiarizarme con la mochila, empecé a centrarme en las etapas… Cada día dedicaba un ratito a ver la etapa del día siguiente… la dificultad que tenía… la posibilidad de aprovisionamiento durante el camino… los albergues a los que podía llegar…
También dedicaba un tiempo semanal a ver qué había ocurrido en los últimos días… Era la forma de ir comunicando a mis amigos y a mi familia cómo me iba; pero después me di cuenta de que esos momentos me hacían tomar consciencia que todo lo que iba viviendo. Eran los momentos de salirme de la rutina y mirar desde otra perspectiva: el camino recorrido, los avances realizados, las lecciones aprendidas…
Y, por supuesto, al final del camino, una nueva mirada, una nueva perspectiva y nuevas lecciones reveladas…
Comprueba que sigues en tu camino.
Haz los ajustes que necesites.
Toma consciencia de los logros alcanzados.
Extrae las lecciones que te servirán en el futuro.
El resultado
Mi objetivo inicial era uno y desde luego que lo conseguí… De hecho, conseguí muchas cosas más de las que hubiera podido imaginar; pero comparto contigo esta frase que recoje un último aprendizaje:
“Lo que consigues al conseguir tus metas no es tan importante como en qué te conviertes al conseguirlas”.
Henry David Thoreau.-
Hola!
He tenido que re-leer, y re-leer… y de cada lectura he sacado algo con lo que me he sentido tan identificada … que no he podido evitar entrar en llanto.
También hice el camino De Santiago. Toda una experiencia. Os lo recomiendo 100%Pero me quedo con la metáfora del camino, de la vida, del aprender…. he compartido un sentir parecido pero en otro ámbito. Cada uno tenemos que aprender unas cosas…
Me quedo con este trocito, que me ha calado a fuego:
«Me resultó de una belleza extraordinaria comprobar que, en el momento en que calmaba mi mente y me decía “confía”, aparecía una nueva flecha ante mí.»
Melania enormemente agradecida.
Un besito.
Gracias a ti, guapa. Un abrazo fuerte.
Pero que orgullosa estoy de ti. Solo eres cosciente de lo andado en el camino de Santiago ,pero yo que conozco tu camino desde mucho más atras puedo decirte todo lo que has crecido como persona en cada paso,…y que con cada paso, tienes más ganas de andar más pasos y con más ilusion si cabe. Ya lo creo que has aprendido a selecionar peferctamente que llevas en tu mochila…..muchos lastres has tenido que quitar y de muy diversos tipos……..que tampoco vienen al caso. Te deseo lo mejor en este nuevo camino y seguir acompañandote en muchas de las etapas para seguir aprendiendo de tu puntito de locura y tu gran valentia. Te quiero hermana.
Me emocionan tus palabras 😊 Tú formas parte de ese camino… Yo también te quiero ¡mucho!
BRAVO!!!! GRANDE!!!
Gracias, guapo.
Enhorabuena por el camino recorrido Melania ! Tu camino abre camino…gracias.!!!!
Gracias, Bella.
Precioso relato!!
Musus!!