Los 7 tipos de hambre
¿Alguna vez te ha pasado que has asaltado compulsivamente el frigorífico a pesar de que habías comido hace poco… o has visto a alguien comiendo un delicioso helado y rápidamente te has hecho con uno?…
Nuestro cuerpo demanda comida cuando lo necesita. Sin embargo, a veces también comemos porque vemos algo apetitoso, olemos algo que rápidamente nos trae un sabor deseable, nos sentimos nerviosos, tristes… o simplemente sentimos la necesidad de llevarnos algo a la boca.
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¿Por qué comemos?
El hambre es la señal que nos envía nuestro cuerpo para decirnos “¡Eh, que necesito combustible!”.
Habitualmente, tenemos asociado el hambre con la sensación física que sentimos en el estómago y que nos demanda comida.
Sin embargo, esto no es siempre así.
La doctora Jan Chozen Bays, pediatra norteamericana que lleva más de 20 años enseñando a personas y profesionales de la salud a «Comer atentos», distingue 7 tipos de hambre y cada uno de ellos se siente y se satisface de una manera diferente.
Identificar qué tipo de hambre nos asalta en cada momento, es esencial para satisfacer nuestras verdaderas necesidades y nutrir el cuerpo y el alma con los “alimentos” que necesita.
… de lo contrario, seguiremos comiendo más de lo que necesitamos y seguiremos sintiendo hambre…
Veamos cuáles son…
Hambre Visual
¿Has oído alguna vez la expresión “Comer con los ojos”?
El hambre visual es el que sentimos a través de la vista: cuando vemos un escaparate o un expositor con platos bien presentados, de muchos colores, brillantes, con distintas formas… no tenemos la misma experiencia que cuando vemos un montón de comida revuelta o que no está en muy buen estado.
En el primer caso, nos quedamos prendados con la mirada e inmediatamente la mente dice “qué bueno está”… entonces se despiertan las ganas de comerlo.
Lo que realmente llama nuestra atención es la Belleza de lo que hemos visto… ese es el hambre que hemos sentido… el hambre de belleza.
Y para satisfacerlo, necesitamos observar cosas bellas, recrearnos en la mirada de lo que nos resulta hermoso… un atardecer, una flor, una imagen… también un plato suculento, sí… pero prueba a deleitar tu mirada sobre él antes de empezar a comerlo…
Saborear la belleza implica prestar atención, estar conectado con lo que vemos.
El hambre visual lo sentimos a través de la vista, se satisface con la Belleza y nutre el corazón.
Hambre Olfativa
¿Cuántas veces has entrado a una cafetería a tomar un café porque el aroma que te ha llegado lo he hecho irresistible?
Esto no ocurre cuando estamos acatarrados y nuestra nariz se tapa… Entonces, hasta comemos menos porque toda la comida parece saber igual… curioso, verdad?
De hecho, nuestra lengua solo distingue 5 sabores. Es al incorporar el olfato cuando se despliega la gran variedad de sabores que conocemos.
Nuevamente, no es la llamada del estómago diciendo “necesito comida”, sino la mente pensante que ante un delicioso aroma nos dice “lo quiero”.
El hambre olfativa es el que nos llega a través de la nariz y se satisface con la Fragancia.
Deléitate oliendo aquello que vas a comer, diferenciando los distintos aromas que desprende… y ábrete a la experiencia de descubrir que, quizás, ya no es necesario ingerirlo para saciar tu hambre.
Hambre bucal
Este hambre es el deseo de la boca de sentir placer y es diferente para cada uno de nosotros: lo que a unos les gusta, a otros puede ser que no.
Sobre gustos, no hay nada establecido. Sin embargo, si verdaderamente queremos disfrutar de las sensaciones placenteras en la boca, necesitamos la presencia de la mente.
Si nos metemos un bocado o un sorbo a la boca y lo tragamos rápidamente, no podemos disfrutar las sensaciones placenteras que se han despertado en la misma boca y ésta, inmediatamente nos reclamará otro bocado u otro sorbo.
Esto es lo que nos ocurre cuando comemos mientras hablamos con otra persona, viendo la tele, leyendo… Podemos empezar saboreando el primer bocado y decir “qué bueno está”; pero si a continuación llevamos la atención a otro sitio, pronto nos daremos cuenta de que el plato ya está vacío y nuestra boca sigue sin estar satisfecha.
El hambre bucal se satisface con la presencia de la mente en las distintas texturas, sabores, movimientos, sonidos y sensaciones que aparecen en la boca cuando comemos y bebemos.
Hambre estomacal
Este es el hambre que tenemos asociado a la sensación física del estómago, a veces de vacío, otras de opresión y relajación, y que nuestra mente traduce como “tengo hambre”.
Es la llamada del cuerpo diciendo “necesito comida”.
Sin embargo, esto no es siempre cierto ya que, las sensaciones que percibimos en el estómago, también tienen mucho que ver con nuestro estado de ánimo o con nuestros hábitos alimenticios.
Es decir, también podemos tener sensaciones de vacío, opresión y relajación cuando nos sentimos nerviosos o cuando tenemos miedo.
Igualmente, si estamos acostumbrados a comer siempre a la misma hora, nuestro estómago enviará señales cuando llegue el momento; pero si nos permitimos estar un tiempo más de lo habitual sin comer, pronto descubriremos que las sensaciones del estómago desaparecen.
Por otro lado, cuando el estómago está demasiado lleno o ha trabajado mucho también envía señales de incomodidad corporal, bien porque no puede desarrollar su función correctamente o porque necesita descansar.
El hambre estomacal se satisface con la cantidad de comida que permite al estómago funcionar cómodamente y descansar entre comidas.
Hambre celular
¿Alguna vez has sentido que tu cuerpo te decía “necesito pasta” o “necesito chocolate” o “necesito una sopa calentita”…?
El hambre celular es la demanda del cuerpo de los nutrientes que necesita.
Cuando estamos enfermos o hemos realizado un exceso, solemos percibir estas señales claramente. También los cambios estacionales nos hacen demandar más una determinada comida u otra. El hambre celular es el motivo por el que, por ejemplo, en invierno nos apetecen más legumbres y cosas calentitas que abrigan y dan energía a nuestro cuerpo; mientras que en verano nos apetecen más las comidas ligeras y frescas.
Nuestro cuerpo es sabio y sabe lo que necesita en cada momento y conectar con él requiere nuestra atención, escucha y observación sostenida.
El hambre celular se satisface con los nutrientes esenciales que necesita el organismo.
Una práctica que puede ayudarnos a desarrollar esta conexión es:
pasear por el supermercado observando los productos y preguntándole al cuerpo “¿qué necesitas?”… observa si tu cuerpo se expande ante el producto que le presentas o se contrae…
Pero ¡ojo!… No vayas cuando sientas hambre porque tu mente se encargará de llenar la cesta en un santiamén.
Hambre mental
Este es el hambre que más nos hace comer y no porque el cuerpo lo necesite…
El hambre mental está basada en pensamientos y está condicionada por lo que vemos y oímos:
- Hay que comer 5 veces al día… o 3… o 6…
- Hay que beber 2 litros de agua… o no es necesario beber tanta agua si tomas una dieta rica en agua…
- Los lácteos no son buenos… o sí lo son…
- Quizás luego no pueda comer… ¿y si vienen tiempos de hambre?… mejor que me pillen comido…
- El alcohol es malo… pero una copita de vino en las comidas…
…y así un sinfín de pensamientos que hacen que vayamos de un tipo de alimentación a otra según lo que nuestra mente va recogiendo.
No es la mente la que sabe lo que necesita nuestro cuerpo, sino el propio cuerpo, como hemos dicho antes.
El hambre mental se satisface con la calma y con la consciencia de las necesidades del cuerpo.
Hambre del corazón
Este es el hambre del sentir… Lo que como cuando me siento triste, cuando tengo una preocupación, cuando siento ansia… Sin embargo, no hay comida que satisfaga este hambre porque el corazón nos habla del hambre de ser amados y cuidados.
El corazón se nutre a través de la intimidad, ya sea con los demás, o con nosotros mismos en la fusión con el momento presente.
Alimentar el corazón es cuidar los alimentos que compramos, preparar la comida con amor, regalarnos el tiempo para disfrutar de la comida…
También alimentamos el corazón cuando compartimos la mesa con amigos, con personas especiales, con seres queridos…
Alimentar el corazón es amar y amarnos.
Conclusión
Como ves, tan solo el hambre estomacal y el hambre celular se satisfacen a través de la comida.
El resto nos habla de Belleza, Fragancia, Placer, Calma y Amor… cualidades y valores que alimentan nuestro alma y nuestro corazón.
La mente está dispuesta a que ingiramos un montón de comida que no necesitamos e incluso que puede acrecentar nuestra sensación de hambre en un momento dado. Por este motivo,
Cultivar una mente atenta, es también cultivar salud, energía y vitalidad para nuestro cuerpo físico.
Por otra parte, en la medida en que podamos incorporar en nuestro día a día las cualidades y valores que alimentan nuestro alma, nuestras hambres visual, olfativa, bucal, mental y del corazón se sentirán satisfechas y saciadas.
Práctica de alimentación consciente
Te invito a leer también este post relacionado que propone una práctica sobre alimentación consciente: «Tu plato favorito»
Melani un millón de gracias por el post.
Que bonito es cuando somos conscientes … cuando haces pop.. ya no puedes parar ;-)( como cuando comes pringles)
A veces comparó la vida con el café.
Puedes disfrutar y saborear un rico café expreso con o sin leche, con espuma o sin ella, con un chocolate , con una pasta, con compañía o contigo mismo…. pero saboreandolo poquito a poquito, siendo consciente.
La clave está en permitirte TOMAR ese café.
O por el contrario, puedes BEBER un café de starbucks por ejemplo. Hay mil variedades, mil sabores… pero la clave está en que este café se bebe ( deprisa, sin ser consciente, sin saborearlo…)
El café expreso se toma.
Es mi metáfora de la vida.
Y que conste que no tengo nada en contra del café de starbucks.
Un besito enorme.
Tomar o beber… buena reflexión…
Gracias guapa.