Historia de una cicatriz

Cicatriz, Autorretrato Melania Mosteiro

El recuerdo

Mi primer recuerdo es del colegio, del primero al que fui después de la guardería. Tendría entre 6 y 8 años y durante mucho tiempo fue un recuerdo desagradable y desgarrador.

Tan solo dos palabras en una frase de tres, dichas por el niño guapo de la clase en un momento en el que tenía que demostrar su liderazgo ante el grupo de pequeños Seres que comenzábamos esta andadura vital.

Dos palabras que me acompañarían durante una veintena de mi vida de forma limitante y constrictiva: “¡calla, cara cortada!”.

Ya lo creo que callé… y no solo en aquél momento, sino en muchos otros a partir de entonces…

La cicatriz

Había nacido con una pequeña deformación en la mandíbula que hacía que mi cara no fuera totalmente simétrica y, además, cerca del oído tenía dos bultitos que bien podían confundirse con dos granitos si no fuera porque eran permanentes.

Para muchos, esa deformación pasaba desapercibida y solo cuando yo lo mencionaba, en muy pequeños círculos de confianza, me decían “Ah, sí… pues yo no lo había notado”.

De aquél colegio salí a los 8 años. No sé cuánto tiempo pasó desde que aquél niño formuló su mandato hasta que me marché, pero sí recuerdo la vergüenza que sentía al verle y me recuerdo agachando la cara o apartándome de su camino en algunos momentos para no cruzarme con él.

La mella de aquéllas palabras adquirieron todo su esplendor en la pubertad, cuando ya no necesitaba mirarme al espejo para sentir mi cara cortada y verme en una foto era sinónimo de vergüenza y repulsa hacia mí misma.

No es que estos sentimientos me impidieran relacionarme de forma aparentemente normal, pero internamente minaban mi autoestima y, años más tarde, tuve que dedicar buena parte de mi energía a ir derribando todas las caretas que creé en aquella época para ocultarme a mí misma.

La operación

En torno a los 14 años, no sé cómo ni de qué manera, fui con mis padres a un cirujano para ver las posibilidades que había de mejorar mi aspecto. Sin embargo, de momento no se podía hacer nada. Era muy pequeña. Mi cara todavía estaba cambiando y tenía que esperar hasta los 18 años para que mis rasgos se asentaran.

Entonces vino la incomprensión: “¿por qué a mí?”

Perdí un curso, pero conseguí ganar un año. A los 17 años me sometí a la primera operación y año y medio más tarde, a la segunda. Quedaba una más, pero de nuevo tenía que esperar 5 o 6 años a ver cómo evolucionaba mi cara.

La primera vez que me vi en el espejo después de la operación, lloré de alegría y sentí el gozo en mi alma de verme “normal”… ¡Mi cara era simétrica! … Por primera vez en mi vida me veía “guapa” y capaz de gustar por mi aspecto físico.

Sin embargo, la alegría no duraría mucho tiempo ya que, como me dijo el médico, esa simetría era más producto de la hinchazón de la cara provocada por la operación que por la mejora en sí misma. Así que, cuando bajó la hinchazón, se esfumaron la normalidad y la guapura y volví a ver en el espejo mi cara cortada.

El resultado

¿Había mejorado en algo?

Los médicos estaban encantados y decían que todo había sido un éxito. Me habían hecho un injerto para mejorar la curvatura de la mandíbula y la simetría quedaría perfecta cuando, unos años más tarde, pudieran ponerme una prótesis de relleno en la mejilla.

¿La verdad?

Mi verdad, más bien:

Yo seguía viéndome igual y cada vez que me gustaba un chico oía en mi cabeza “¡pero a quién le vas a gustar tú con esa cara cortada!”

La integración

Pasaron 6 o 7 años en los que salí de mi casa para estudiar la carrera, llegué a Madrid, empecé a trabajar y superé mi primera crisis de aprendizaje consciente.

Entonces me vi con fuerzas para volver de nuevo al médico y ver cuál era el siguiente paso de “reconstrucción”. Me hicieron pruebas, me explicaron todos los detalles y me convencieron de la sencillez de la operación y de los buenos resultados que obtendríamos gracias a los avances que había habido en cirugía plástica en aquellos últimos años.

Ya en mi casa, me ubiqué frente a un espejo y pasé tiempo mirándome… acariciando mi cara…  Observándome desde distintos ángulos y con distintas expresiones… recorriendo mi asimetría con los dedos…

… y entonces sentí que ya estaba bien así…

Lo recuerdo como un momento de paz interior, de fortaleza, de reconciliación y, sobre todo, de Amor… Amor hacia mí misma…

Decidí que mi asimetría ya no me molestaba tanto como para pasar de nuevo por un quirófano, así que la acepté, la integré y continué mi andadura consciente de que habría gente a quien no le gustaría y mucha otra a la que sí.

¿Por qué ahora?

Todavía tuve algún encontronazo más con la del espejo por cuestiones de físico y el reconocimiento en las fotos tardó unos cuantos años más en aparecer. De hecho, casi forma más parte de mi historia reciente que de la pasada.

Hace unos días recibí la foto que encabeza este post junto con algunas otras realizadas por Sonia Troncoso como encargo profesional. Forma parte de un reportaje que hicimos en un día de café y otro día de cámara en los que me dejé guiar por esta gran profesional que entre risas y confidencias fue captando mi esencia y la historia de mis cicatrices de forma habilidosa, cercana, divertida… y magistral.

El asombro ante el resultado final me sume en un silencio de reverencia, paz y amor que me conecta con la profundidad de mis sentimientos y la grandeza de mi alma.

Un primer plano de esa primera cicatriz como pionera de muchas otras que vinieron después y  fueron dejando su huella grabada en la piel.

Posos de sabiduría, rastros de caretas derrumbadas, raíces ancestrales, marcas de experiencias transitadas, señales del paso de mis cuarenta y todos años…

Con profunda y humilde admiración, rindo tributo al Alma que guía mis pasos en esta experiencia y manifestación humana.

6 comentarios
  1. Ana
    Ana Dice:

    Melani… una vez más me has hecho llorar. Admiro tu capacidad de amarte a ti misma, de amar la vida. Que importa el físico, ser listo, elegante, guapo, rico o lo que sea … si en la esencia de la vida todos somos iguales.
    Rafael Santadreu.
    Voy a coger mi alma y abrazarla, por ti.

    Responder
  2. Lourdes
    Lourdes Dice:

    Precioso Melania. 😍
    Te echo de menos cada día de mi vida aunque me encanta sentirte feliz en la distancia. Me gustan todos tus post pero este ha sido muy especial.
    Me siento muy afortunada de conocerte.
    Te quiero mucho.

    Responder

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *